1. Introducción: conocimiento e historia
La cultura occidental es el resultado de la conjunción de dos grandes tradiciones: la griega y la semita. Para comprender esta última es necesario tener presente desde el comienzo que, a diferencia de los griegos que tendieron a una visión y comprensión de la totalidad de lo que es (cosmovisión), los semitas buscan comprender el sentido de los acontecimientos, conocen viviendo en la realidad histórica la presencia liberadora y salvadora de Dios, creador del universo. Este conocimiento es re-ligioso, puesto que re-liga o re-une a Dios con su pueblo. No es el saber del que contempla el orden inmutable de todo lo-que-es, sino que es una experiencia vivida en el tiempo fluyente, cambiante y contingente, el conocimiento de la historia como crecimiento de la vida del pueblo. Esta vitalidad del pueblo se expresa a través de signos, por donde sensiblemente se sabe acerca del estado de salud o falta de salud. Es, por ello, una historia de salud o una historia de salvación. Todo conocimiento es entonces progresivo, se va desarrollando en el tiempo, con la historia, y consiste en la interpretación de los signos nuevos, que sin repetir, enriquecen los anteriores, e indican la dirección de los acontecimientos. Es un conocimiento vital, en dos sentidos:
1°) Requiere de un compromiso, de una inmersión en los hechos. Los hechos no son de ninguna manera indiferentes o exteriores, sino que impactan, impresionan, se padecen, se gozan, se aman, se odian, no se prueban con razones, sino que se atestiguan, se presencian. En síntesis, es un conocimiento vital, porque en él se juega la vida.
2°) Tiene por objeto la vitalidad plena [salud] del pueblo, que Dios fecunda a través del tiempo histórico renovadamente.
Por manifestarse históricamente, los hechos significan en una triple dimensión:
a) expresan una presencia de Dios en la vida de los hombres. Dios está presente, se hace presente, con toda la ambigüedad e inseguridad que tiene el presente.
b) Pero el presente tiene una raíz, un antecedente (de ninguna manera causal[1] en el pasado, en lo anterior, en los comienzos. Los comienzos son expresión del tiempo arquetípico[2], que se recrea en el presente.
c) El presente abre la novedad, no es la mera repetición tediosa de lo anterior. La novedad descubre una presencia futura más rica, más plena de la vida del pueblo.
La apertura a lo nuevo posibilita la experiencia histórica. Heródoto pasa por ser el fundador de la ciencia historiográfica. Para los griegos la historia es la descripción de los hechos, de manera que sirvan de conocimiento a las generaciones futuras, cuando los acontecimientos vuelvan a repetirse. La historia es pues, repetición de lo mismo, ciclo, círculo (imagen de lo perfecto). Por eso, para Platón el conocimiento puede explicarse como recuerdo, reminiscencia. Para los hebreos, la historia descubre la novedad de lo presente con raíces. Los hechos arquetípicos “se prolongan en los hechos posteriores, abriéndolos a nuevas interpretaciones y significados”[3].
“La historia de la salvación puede concebirse como una línea recta o como una espiral cuyo centro de gravedad es la creación. Es un movimiento progresivo que vuelve a revitalizarse a su centro creador”, y que tiende hacia su fin, hacia la “plenitud de los tiempos”[4].
2. Elementos geográficos y étnicos
Si la civilización griega es eminentemente marítima, la semita es por sobre todo terrestre. Los antropólogos dividen a las culturas en ctónicas y uránicas, sedentarias y nómades. Los semitas (y dentro de ellos los hebreos) son fundamentalmente uránicos, nómades, pastores y comerciantes transhumantes (no tanto guerreros conquistadores como los dorios que invadieron Grecia o los bárbaros germanos que vencieron al imperio romano).
Los pueblos semitas (probablemente originarios del Turquestán) se asentaron sobre la península arábiga, separada de Egipto por el Mar Rojo y de Persia por el golfo Pérsico. Era éste el camino de comunicación necesario entre las civilizaciones sedentarias de
La comunicación con las civilizaciones agrícolas-urbanas, con el sufrimiento de sus dominaciones y las conquistas de los pueblos indoeuropeos, les permitió a los pueblos semitas asimilar muchos de sus productos culturales[6], como también y al mismo tiempo forjar una identidad propia.
El tronco semita tiene varias ramas: los asirio-babilónicos o acadios, componen la rama oriental; los amorrheos [compuesto por los hebreos, moahitas, canaaneos, arameos, fenicios y púnicos (fundadores de Cartago) entre otros], himaritas, etíopes y árabes componen la rama occidental.
Toynbee, el historiador inglés de las civilizaciones, dice que los semitas occidentales produjeron tres hechos fundamentales para la cultura occidental: 1°) la concepción monoteísta de los hebreos, 2°) la apertura del mar Mediterráneo hacia el Atlántico por parte de los fenicios, y 3°) la invención del alfabeto fonético, originado entre los canaaneos.
Elementos históricos
3. Los patriarcas y la organización tribal
El movimiento migratorio de los patriarcas se habría originado en Harrán, en el valle medio del Éufrates, dominado por los amorrheos hacia el siglo XVIII a.C.. El «Padre del Pueblo»[7] conduce la migración de su clan, que como otros tantos semitas cruza el desierto en busca de mejores tierras, en dirección a Canaán. La interpretación bíblica habla de la iniciativa de la intervención salvífica de Dios: la «promesa». Dios prometió a Abraham una tierra fértil y una gran descendencia, ser el padre de un pueblo .
Abraham es el padre-jefe de un clan familiar nómada. Ser jefe es también ser dueño. Abraham posee siervos y animales, pero también mujer e hijo. A través de él se mediatiza la relación entre Dios y su pueblo. Abraham es un medio que Dios utiliza para llevar a todo un pueblo por el camino de la salud, de la salvación. ¿Por qué una sola persona tiene todo ese poder de monopolizar la comunicación con Dios? A través del mediador el pueblo entero es salvado, pero ¿qué mérito tiene que lo haga mejor que los demás hombres? En realidad, el mediador es como tal «llamado» por
Los griegos intentaban pensar las fuerzas que gobiernan el kosmos y a partir de ellas, comprender el lugar que le correspondía al hombre. Los hebreos piensan al universo a partir de una relación entre personas: la relación de alguien con alguien, de Dios con su pueblo. Una relación inter-personal supone que cada uno es libre en sus iniciativas y en sus respuestas. Por eso, Dios elige a alguien para mediar la comunicación con su pueblo, e Israel mismo es considerado el pueblo elegido[10].
Durante los siglos XVIII-XIII a.C. el pueblo hebreo se va conformando en una multiplicidad de tribus, cuya unificación es puesta en el futuro, y se significa en la promesa de la tierra hecha por el Dios de los «padres» del pueblo[11]. La experiencia de los semitas hebreos no es unitaria, sino que es múltiple y diversa, pero se reúne y unifica por la reflexión que las tribus diseminadas van realizando.
4. Moisés: la «pascua» de liberación y la constitución del pueblo en
Durante el siglo XIII a.C. una parte del pueblo hebreo es esclavizada en Egipto y utilizada como mano de obra para la construcción de las pirámides y de las gigantescas obras de la 19° dinastía (especialmente durante el reinado del faraón Ramsés II). En este contexto el pueblo vive la gran experiencia del Exodo[12]. Las vivencias de la falta de identidad al adoptar las formas de vida y cultura egipcias, del dolor y de la inseguridad consiguientes, son percibidos como signos de la pérdida de confianza en
a. La «pascua» como liberación y conversión: A través de los años siguientes a la huída de Egipto, los hebreos aprenden que la fe y la libertad no se conquistan de un día para otro, ni definitivamente, que no son cosas que se puedan poseer, propiedades que puedan guardarse; sino que son actos, acciones, que requieren un proceso que se profundiza. Cuando se creen definitivamente conquistadas, se han perdido, y el pueblo comienza a dudar del mediador, a preferir la seguridad triste de la esclavitud, al esfuerzo y el dolor que implican forjar su propia liberación[15].
Para Platón, la virtud es un saber que determina la voluntad. Quien obra mal, lo hace por un error de apreciación, por ignorancia. Para los hebreos, la salud no es un saber, sino vitalidad plena, que no determina la opción de la voluntad. Es decir, que el pueblo puede experimentar hechos salvíficos como la liberación de la opresión egipcia, sin que esos hechos determinen su voluntad. ¿Cómo explicar la voluntad de esclavitud, que manifiestan los hebreos “liberados”?
La salud no es una cosa que se adquiere, no es una propiedad, no es algo que se posee o se tiene; sino un proceso: es salvación, liberación, movimiento. Es un proceso de conversión, un cambio de vida, una vida nueva, un pasaje a una vitalidad distinta, es una «pascua». Pascua significa «paso», «pasaje» a una vitalidad más plena. Todo pasaje conlleva una confusión, que es producto de un cambio de perspectiva[16]. La nueva vida a la que se arriba es in-segura. Lo viejo es lo seguro, lo fijo, lo in-móvil, lo estático. La pascua es el presente (no lo viejo). Todo hecho presente es ambiguo e in-seguro: “¿el Señor está entre nosotros o no?”[17]. Por eso se busca la seguridad en el pasado. Quienes han variado radicalmente sus vidas, encuentran esa seguridad en el pasado inmediato: en Egipto, donde había qué beber, “cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos”[18].
Quienes por el contrario, se han convertido, buscan la seguridad del presente en los hechos raigales del presente, en los hechos arquetípicos: en la creación. La pascua libertadora es la prolongación de la acción creadora de Dios en la historia. En ambos hechos hay una misma voluntad divina: conducir al universo hacia su vitalidad plena [ = salvación].
Para quienes se mantienen en la óptica pre-pascual, la vida esclava no tiene salida, sino que retorna sobre sí misma, determina la vida futura. El converso ve en los hechos presentes el paso a un universo re-novado, nuevo, distinto. Los hechos presentes tienen proyección futura, se prolongan en hechos posteriores abriendo a nuevas interpretaciones y significados. El movimiento de la historia hacia el futuro encuentra una seguridad en el principio (arkhé), en los hechos arquetípicos, sobre los que se vuelve para afirmarse, para asegurarse, pero no a “quedarse”.
Los griegos divinizan los poderes naturales (
La manifestación de un poder natural o espiritual se expresa en hebreo a través del nombre. Como Dios es un poder absolutamente trascendente no pude ser nombrado por el hombre. Si el nombre revela la esencia, el nombre de Dios sólo es accesible por una revelación de Dios mismo. El hombre no pude nombrar a Dios, que no admite ser limitado a un nombre, pero tiene el poder de nombrar a todos los demás seres[20], porque tiene el poder de someter la tierra[21]. Este poder lo tiene porque es semejante a Dios, y él ha sido nombrado por Dios `Adán, que significa «hombre».
El Dios de Israel ha ido absorbiendo las funciones y los nombres de los dioses locales, sin atarse a ellos. Se revelará a Moisés como Yavéh[22]. Esto es lo propio de Dios: sólo Yavéh crea, sólo Yavéh salva.
b.
5. Josué: el cumplimiento de
A continuación de la epopeya libertadora del Exodo y la constitución de
Yavéh ha cumplido
Comienza una progresiva centralización del culto alrededor de los santuarios más importantes. El pueblo se establece en la tierra, se sedentariza, desarrolla una economía agrícola. Al mismo tiempo se asimilan las costumbres de los pueblos vecinos, que poco a poco influyen y modifican la forma de vida de Israel. Yavéh es un Dios histórico. Las nuevas generaciones que no han experimentado el poder de Yavéh ni en el éxodo ni en la conquista, ya no conocen a Dios. La nueva experiencia ctónica conlleva un retorno al tiempo cíclico de la naturaleza, de las estaciones. Israel retorna a los Baales, a los dioses sin historia, a los dioses de la tierra, y rompe así
Fidelidad ---Ø Promesa ---Ø Posesión de la tierra
In-fidelidad ---Ø Castigo ---Ø Exilio
Yavéh se retira de en medio del pueblo, que sólo exteriormente lo nombra.
Otra vez, a través del dolor sufrido en la opresión, el cautiverio y la esclavitud, se despierta la voluntad de salvación, la conversión a Yavéh. El pueblo que había olvidado a Yavéh, reacciona y confía. La fe suscita la justicia; es decir, la intervención salvífica de Dios a través de los Jueces[27]. Estos son jefes militares, libertadores que anuncian a los Reyes. Los Jueces sólo suscitan hechos que llaman a la reflexión y a la conversión. Pero la liberación sólo se va a consolidar en una nueva etapa: la monarquía.
6. La monarquía de los «ungidos» y la reflexión sobre el «pecado original»
Los reyes son mediadores: tienen una misión que cumplir en el plan de salvación: son los mesías[28]. Como en tiempos de los patriarcas, en que el jefe del clan “in-corporaba” a su familia, sus amigos, sus ganados (es decir, que eran una extensión de su propia carne, que él defendía y organizaba), el mesías, el ungido, el rey es la cabeza de un gran cuerpo. Entre la cabeza y el cuerpo debe haber una buena comunicación, todo el pueblo se organiza y unifica en la cabeza y a su vez el rey recibe la fuerza vital, la sensibilidad del cuerpo. Pero, si esta comunicación se resquebraja, el pueblo se divide internamente y el rey se hace insensible a la injusticia, al pecado [es decir, a la ruptura de
David (hacia el año
La ruina y la fractura del reino se interpretaron en
Es en este contexto (muy probablemente) que se redactaron los capítulos del libro del Génesis, que relatan el mito del pecado original (entendiendo «mito» como “símbolo revelador de una realidad”). La sabiduría salomónica (hecho histórico-real) expresa el arquetipo de la sabiduría de la serpiente (hecho simbólico-arquetípico), que induce al pecado (consecuencia de ambos hechos).
La muerte de Salomón, el rey-sabio, marcó el comienzo de la ruptura de la unidad de Israel. Las tribus del norte, que soportaban la opresión que posibilitaba la riqueza y el lujo de Judá, se rebelaron constituyendo un reino independiente que mantuvo el nombre de Israel, con capital en Samaría (
7. El movimiento profético: del nacionalismo particularista a la salvación universal, del mesianismo político al mesianismo espiritual
El profeta es un mediador, que tiene la función de interpretar los signos de la historia, para indicar al pueblo el camino de la salvación. No es un «vidente» (como Tiresias en la tragedia de Sófocles), que «ve» [ = conoce] las consecuencias necesarias de las fuerzas determinantes del destino. El vidente contempla la verdadera realidad, que permanece oculta al resto de los mortales. El profeta, en cambio, escucha
La figura del profeta[32] ha mantenido mayor prestigio que la de los otros mediadores, porque éstos han visto deteriorarse sus figuras en la medida en que se fueron deteriorando las instituciones humanas a las que se encontraban ligados (p.ej.: el rey ligado al gobierno del pueblo, su administración, las luchas entre partidos y la injusticia social; el sacerdote ligado al templo, la rigidez de los rituales, etc.). Los reyes terminan atados a las instituciones y a las ciudades: confían en su propio poder, se sedentarizan, caen en la infidelidad. Ante ese proceso, los profetas surgen dibujando la esperanza en el gobierno de un rey ideal, un nuevo David, que sería suscitado por Dios, al que llaman «Emmanuel» (que quiere decir «Dios con nosotros»[33].
Las escuelas proféticas ponen permanentemente a los hebreos ante una perspectiva histórica, nómada, al mismo tiempo que han ido elaborando ciertos «temas», a través de los cuales se produce un deslizamiento desde concepciones más particularistas y ligadas al poder político hacia posturas más universalistas y espiritualistas.
Por ejemplo, Amós y Sofonías restablecen la tensión inherente a toda perspectiva histórica (tensión entre los hechos presentes y las realizaciones futuras a producirse como producto de
Otro ejemplo que revitaliza la perspectiva histórica introduciendo una nueva concepción de la mediación, es la noción de resto[35] elaborada por Isaías. En los momentos de prueba, en los tiempos difíciles, algunos reyes, y con ellos la masa del pueblo, pierden seguridad, se cansan de esperar los hechos salvíficos, o se apresuran y adquieren formas de vida más «desarrolladas», más civilizadas, nuevas costumbres y nuevos dioses, rompiendo de ese modo
En segundo lugar, el deslizamiento hacia una concepción más universalista, puede apreciarse en la construcción del concepto de parusía[37] que aparece en la predicación del «Deutero-Isaías»[38], entre los golá (exiliados), donde se forja definitivamente el monoteísmo histórico de Israel. Isaías sostiene que la parusía es inminente y que se extenderá universalmente[39]. La salvación debe extenderse a la totalidad de los pueblos, puesto que Yavéh es el único Dios, el que ha creado el universo, el que lo sostiene y el que lo salva. El movimiento histórico de la salvación se muestra como una continuidad del proceso de creación. Yavéh puede conducir a la vitalidad plena, a la salvación, porque es el origen de la vida y de todo el universo. La creación es puesta como arquetipo de la salvación.
Sólo Yavéh crea[40]. Pero la acción creadora no es sólo un instante, sino que es un movimiento. El universo sigue siendo creado continuamente y toda novedad es un signo del movimiento creador inacabado, expansivo, de dilatación orientado hacia la plenitud. La creación es temporal y contingente; es decir, que lo que es no es eterno, no ha sido siempre, sino que ha comenzado a ser y terminará (temporalidad) y lo que es no es necesario, sin que puede no-ser (contingencia). El universo no es eterno ni esencialmente inmóvil, como piensan los griegos. La creación es la manifestación arquetípica del poder, la sabiduría y la bondad de Dios[41].
El hombre es también creatura. El pueblo ha sido creado por
El universo es creado por
El hebreo experimenta continuamente la contingencia, la finitud, la miseria de la vida en el contexto desfavorable del desierto. La esterilidad del desierto enmarca el límite del poder de la vida[44]. La naturaleza aparece como lo opuesto, lo que hay que dominar. La victoria de la vida en el desierto es «dramática» (a diferencia de la concepción trágica de los griegos); esto es, se juega cotidianamente, depende de la elección de los medios y del conocimiento de los signos de la naturaleza. La vida en el desierto no está asegurada, no es necesaria, no renace de la naturaleza que brota desde sí misma y produce una vida exuberante, sobreabundante. La vida en el contexto del desierto es inexplicable, infundada. El fundamento de todo el universo, de la tierra y del cielo, no es interno, inmanente, sino trascendente, externo, más allá del cielo[45].
Dios es absolutamente trascendente y único[46], pero no permanece ajeno al universo. Al contrario, Yavéh actúa en el universo natural a través de la creación-expansión y en la historia a través del diálogo salvífico. Creación-salvación son expresión de la intimidad de la relación de Dios y del universo. “Y en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está Yavéh nuestro Dios siempre que le invocamos?”[47].
Finalmente, un ejemplo del deslizamiento hacia una concepción más espiritualista de la salvación es elaborado por Ezequiel (un desterrado que habla a los desterrados), quien desarrolla el tema de «la restauración espiritual de Israel». La caída de Jerusalem había marcado el definitivo fracaso de la institución monárquica y con ella parecen perderse los frutos de
Pasada la primera mitad del siglo VI a.C. (
8. La época de la dependencia: la dominación persa, griega y romana
8.1 La dominación persa
El siglo de Ciro inaugura el imperio ecuménico de los persas, en el cual se observa una gran tolerancia hacia los pueblos conquistados. Juntamente con el poderío político, los persas consolidan la sistematización de su concepción religiosa con Zoroastro: el monoteísmo de Ahura Mazda. Contemporáneamente, Jina y Buda elaboran la reforma del hinduísmo y los griegos comienzan a plasmar el pensar filosófico en la colonias de Asia Menor.
Para Israel se inicia el período de la dependencia. Ciro facilita el retorno de los exiliados, quienes regresan a su tierra con la esperanza de reconstruir Jerusalem y el Templo. Pero Judea ya no es autónoma, sino que depende de la administración del imperio persa y los exiliados deben aceptar la oposición de los samaritanos (dueños de una mayor autonomía), que obstruyen la reconstrucción por medios diplomáticos. Sin embargo, la reconstrucción del templo se termina hacia el final del siglo VI a.C. (
Desplazamiento del particularismo racista a la salvación universal: La dependencia, la pobreza, la obstrucción de los samaritanos, la dispersión de la comunidad se hacen conciencia: “Mira que hoy estamos esclavizados, sí, somos esclavos aquí, en el país que diste a nuestros padres, para que gozáramos de sus frutos y de sus bienes. Sus abundantes productos son para los reyes que Tú nos has impuesto a causa de nuestros pecados, y ellos disponen a su arbitrio de nuestras personas y de nuestros ganados. ¡En qué opresión hemos caídos!”[48]. Exaltando el privilegio de haber sido objetos de la elección de Dios, de ser una raza elegida, un pueblo santo, esta conciencia cae fácilmente en el sectarismo[49] y en una escatología particularista: “Porque en aquellos días, en aquel tiempo, cuando Yo cambie la suerte de Judá y de Jerusalem, congregaré a todas las naciones, y las haré bajar al valle de Josafat. Allí entraré en juicio con ellas a favor de Israel, mi pueblo y mi herencia, porque lo han dispersado entre las naciones y se han repartido mi tierra”[50]. Esta conciencia particularista está originada en la necesidad de autodefensa, de proteccionismo, de fortalecer la propia identidad después de un largo período de dispersión y confusión, y en un momento de reconstrucción: “¡Reconstruyamos las murallas de Jerusalem, y no seremos más objeto de oprobio!”[51].
El objetivo de esta etapa histórica es la autonomía, la independencia, y los israelíes la buscan en el plano político a través de la reconstrucción de las murallas y del templo (que es a la vez un símbolo de esa autonomía), mientras que en el plano de la conciencia colectiva se plasma un sectarismo racista fundado en el particularismo de la elección divina. Estas tendencias que permitieron la conservación y supervivencia se desarrollaron paralelamente a otras opuestas, que mantuvieron la conciencia del destino universal de la salvación. Éstas se expresan en el libro de Jonás (quien rompe el particularismo de la salvación extendiéndola a otros pueblos simbolizados por la ciudad de Nínive) y el libro de Ruth (que desacredita el sectarismo de la raza elegida).
Desplazamiento de lo político a lo espiritual: La conciencia judía comienza a poner el acento sobre el aspecto espiritual. El reino que había logrado poder y autonomía bajo la conducción de David y Salomón, se encuentra ahora formando parte del imperio persa. Lo que han tenido que resignar como hecho político, se plasma como hecho espiritual: la qahal, (que en griego se tradujo por ecclesia -que significa la «asamblea» del pueblo-, de donde deriva el término iglesia), la reunión de los llamados a Jerusalem. Este concepto permitió la elaboración de la teología de los anawim[52].
Hacia mediados del siglo IV a.C. un profeta (llamado a continuar la tradición de Zacarías y al que se llama «Deutero-Zacarías») percibe la decadencia del imperio persa y el ascenso de Alejandro y predica la llegada del «rey de la paz», que inaugurará la nueva gloria de Jerusalem convertida en refugio del resto. Este rey es la síntesis de la teología de los anawim y él mismo será uno de ellos[53].
Redacción de
Los libros de
8. 2. La dominación griega
La segunda parte del siglo IV a.C. marca el ascenso de la estrella de Alejandro el Grande, bajo cuyo imperio es unificada Grecia. Los ejércitos macedonios dominan rápidamente el Asia Menor, Siria, Egipto y finalmente derrotan a los poderosos persas. Pero aquella estrella se apaga prematuramente en el
Hacia el siglo II a.C. la influencia egipcia sobre Palestina pasa a manos de los «Seléucidas», que gobiernan Siria. El imperialismo seléucida derrota militarmente al reino de Egipto. Durante el reinado de Antíoco IV (175-
Judas (uno de los hijos de Matatías, llamado Macabeo), toma la dirección estratégica de las guerrillas y luego la conducción total de la guerra, a la muerte de su padre en el
La muerte de Judas en la batalla de Berzet en el año
El primer tratado de paz lo realizó con Báquides, general del rey Demetrio, a quien Jonatán infligió algunas derrotas parciales, que lo persuadieron de que la conquista del territorio judío no iba a poder realizarse con la facilidad que le habían prometido los judíos helenizantes. Jonatán fue nombrado Sumo Sacerdote, con poder para reclutar tropas y construir armamentos de guerra. La relativa autonomía conseguida en estos tiempos críticos se debió a varias circunstancias: 1) Las continuas disputas e intrigas entre los pretendientes al trono seléucida, que mantienen al reino y su ejército central divididos; 2) Jonatán, Simón y los demás jefes judíos mantienen el ejército continuamente movilizado, reprimiendo las incursiones imperiales; 3) al mismo tiempo sostienen una amplia capacidad de negociación, enviando delegaciones diplomáticas a los romanos, espartanos y a los distintos postulantes al trono seléucida.
La guerra de liberación librada por los intransigentes macabeos permitió la supervivencia del pueblo hebreo, salvando su identidad particular. Es la guerra mantenida en el terreno de la acción, de la lucha entre voluntades. Pero al mismo tiempo se libra una guerra en el campo del pensamiento: dos libros signan esta época: el Eclesiástico o Sabiduría de Sirac, que revaloriza las antiguas tradiciones de Israel, sintetizando el pasado arquetípico, mientras que en sus escritos, el profeta Daniel abre la esperanza de la salvación futura.
La redacción original del Eclesiástico en hebreo es probablemente anterior a la época de los Macabeos y la preparó. El autor se esfuerza por fortalecer las raíces nacionales para enfrentar la invasión cultural helénica. La sabiduría es la gloria de Dios, que se manifiesta en la creación y en la historia de salvación y transmitida por
También el profeta Daniel llama al pueblo a mantenerse firme en
[1] La noción de causa supone la imposibilidad de la novedad, porque el efecto está contenido en la causa. Por eso las causas «explican» los efectos y por eso dice Aristóteles, que el sabio griego se asombraría si la realidad no fuese como es; es decir, de acuerdo a sus causas.
[2] De «Arkhé» = principio, comienzo ejemplar.
[3] Croatto, S.: Historia de la salvación, Buenos Aires, Ediciones Paulinas, 1970, p. 127.
[4] Ibídem.
[5] Ello condiciona la «pobreza» de su cultura, ya que sólo lo transportable es utilizable y sólo se transporta lo necesario. Lo lujoso, lo contingente, lo inútil debe ser desechado. Cf. Dussel, E.: El humanismo semita, Buenos Aires, Eudeba, 1969, p. 5.
[6] Cf. por ejemplo: Exodo 12, 35-6.
[7] La etimología del nombre Abraham sería “Aba” = padre, “ham” = pueblo.
[8] De donde: “responsable”, “responsabilidad”.
[9] No se trata de una representación en el sentido de “democracia representativa” o “la cámara de representantes”. No es que se representen los “intereses” de las partes. Tampoco se trata de una “intermediación” de tipo comercial, donde el “intermediario” se queda con una parte como salario por su gestión. La función del mediador es facilitar la comunicación entre Dios y el pueblo. (Re) ligar a Dios con el pueblo.
[10] Quadosh o santo significa «separado», «elegido», «aislado». Dios elige al pueblo y el pueblo elige a Dios.
[11]
[12] El término griego éxodo significa “el camino desde”, y hace referencia a la salida del pueblo de Egipto y su huida por el desierto.
[13] Cf. Croatto, S.: 1970, p. 78.
[14] La fidelidad o fe es la contrapartida de la promesa. “La palabra fe (...) deriva de `emuna (verdad, fundamento, seguro), por lo que debería en verdad traducirse por «inteligencia de la historia», y aun «firme fidelidad en
Por otro lado, la seguridad proviene de la eficacia de
[15] Cf. Exodo, 15, 24; 16, 3; 17, 2.
[16] Hay una semejanza, en esta concepción de la pascua con la concepción de la verdad en la “alegoría de la caverna” de Platón, en tanto ambas requieren una rehabilitación; es decir, una cambio de hábitos, de forma de vida. Desde esta experiencia de la pascua, los teólogos cristianos encontrarán en Platón un antecedente en la tradición de los griegos.
[17] Exodo, 17, 7.
[18] Exodo, 16, 3.
[19] Croatto, S.: 1970, p. 58. Por «fin determinado» hay que entender una finalidad señalada, precisa.
[20] Cf. Génesis 2, 19.
[21] Cf. Génesis, 1, 28.
[22] Yavéh significa «El que es»; o mejor aún, «El que hace existir, el creador del universo y del pueblo.
[23] “Alianza” significa “tratado de unión”, tal como cuando se habla de los “aliados” en
[24] Deuteronomio, 8, 5.
[25] Cf. libros de los Reyes, Josué y 1° de Samuel.
[26] 1° de Samuel 1, 4-5; Salmos 78, 60.
[27] Los «jueces» no tienen una función de “administración de la justicia”, sino que son mediadores que cumplen diversas misiones “justicieras”.
[28] «Mesías» quiere decir “ungido con aceite”, “consagrado”. El aceite derramado sobre el elegido simboliza al Rúaj [Espíritu] de Dios, que entra en sus personas, dándoles una función especial en orden a la salvación, hasta el punto de ser considerados «hijos de Dios» [Cf. 2° Samuel 7, 14.].
[29] Hay que recordar que el mismo David era un pastor.
[30] 1° Reyes, 5, 27 ss.
[31] Croatto, S.: 1970, p. 173.
[32] Los siglos siguientes a la muerte del rey Salomón marcan el deterioro de Israel en lo político, la profunda crisis cultural y religiosa (a causa de la profundización del sincretismo religioso con los pueblos sedentarios vecinos), las guerras intestinas entre los reinos escindidos y enfrentados (Israel, al norte y Judá, al sur), las derrotas militares sucesivas signadas por la caída y destrucción de las capitales de ambos reinos (Samaría en el
Son estos tiempos difíciles el marco de la actuación de los profetas: Elías y Eliseo durante la crisis del siglo IX a.C.; Amós y Oseas durante la decadencia espiritual del siglo VIII a.C. junto a Isaías y Miqueas en Jerusalem; Jeremías, Nahum, Sofonías y Habacuc durante la crisis posterior a la reforma religiosa emprendida por el rey Josías en el siglo VII a.C.; Ezequiel durante la época inmediatamente posterior al destierro en Babilonia (siglo VI a.C.) juntamente con el «Deutero-Isaías». Ageo y Zacarías y el «Tercer-Isaías» durante la reconstrucción de Jerusalem, cuando los persas dominan el mundo conducidos por Ciro.
[33] Isaías 7, 14.
[34] Amós 5, 18; 9, 5; Sofonías 1, 14-18; 2, 1-3.
[35] Isaías 4, 3; 11, 11-16; 37, 31-32.
[36] Cf. Oseas 11, 7.
[37] Parusía es la manifestación plena de Yavéh en el escatos (el final de los tiempos históricos).
[38] Cf. Isaías 40-55.
[39] Isaías 40, 5; 42, 1-4; 45, 20-22; 49, 6; 51, 4-5.
[40] «Crear» se dice en hebreo «bará» y significa «hacer existir», «hacer ser algo radicalmente nuevo» (Cf. Jeremías 31, 22).
[41] Cf. Génesis 1; Salmos 104.
[42] Génesis 2, 4-6; 15.
[43] Cf. Éxodo 33, 20; Isaías 43, 8-13; 46, 5.
[44] Cf. Deuteronomio 10, 14.
[45] “Porque Yavéh, el Altísimo, es terrible, Gran Rey sobre la tierra” (Salmos, 47, 3.). “A Yavéh tu Dios, pertenecen los cielos y los cielos de los cielos [la parte superior de los cielos], la tierra y cuanto hay en ella” (Deuteronomio 10, 14). “El Dios Altísimo, creador de cielos y tierra” (Génesis 15, 19).
[46] Deuteronomio 4, 39; Isaías 45, 21-22; Salmos 18, 32.
[47] Deuteronomio 4, 7.
[48] Nehemías 9, 36-37.
[49] Cf. Nehemías 13, 23.
[50] Joel, 4, 1-2.
[51] Nehemías, 2, 17.
[52] Anawim significa «pobres», en un sentido amplio, los que no tienen seguridades exteriores, ni fuerza ni poder. Son también los exiliados, que retornan a su tierra sin nada, salvo la esperanza en la restauración del poder de Yavéh. Son los que han permanecido fieles a la promesa y están abiertos a la manifestación de Dios, ya que carecen de poder político, ni tienen riquezas, ni protección en las leyes. En
[53] Zacarías 9, 9.
[54] En griego: penta-teuco.
[55] Torá suele traducirse por «ley», pero esta traducción es parcial y sólo destaca lo fijo. Torá también puede traducirse por «instrucción», es decir, como mensaje transmitido por Dios a los hombres.
[56] Croatto, S.: 1970, p. 290.
[57] Job, 38 y siguientes.
[58] Cf. Croatto, S.: 1970, p. 306.
[59] Cf. 1° Macabeos 2, 29-38.
[60] 1° Macabeos 2, 70.
[61] Cf. Croatto, S.: 1970, p. 307.
[62] Esta apoyo al intransigente partido nacionalista judío le va a traer muchos dolores de cabeza algún tiempo después.
[63] Cf. Daniel 12, 1-4; 2° Macabeos 12, 38 ss.; 7, 28.
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